Ficha El Guateque

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Críticas de El Guateque (1)


Mad Warrior

  • 14 Oct 2022

8



Nunca invites a un individuo propenso al desastre a una fiesta de lujo, ni contrates a un camarero aficionado a la bebida o a un jefe de cocina demasiado temperamental; y no se te aconseja que tu hija sea una ¨hippie¨ chiflada.
¡Puede ser una fiesta que jamás olvidarás!

Durante los 60 la popularidad de Blake Edwards fue en una imparable curva ascendente, tanto por sus magistrales intervenciones en el drama como su habilidad para la comedia; a la vez Peter Sellers quedaba muy vinculado al trabajo del director debido a su encarnación de Clouseau, ya definido perfectamente en su clásico ¨A Shot in the Dark¨. Después de adaptar a la gran pantalla las aventuras de Peter Gunn, divertido detective televisivo que él mismo creó a finales de los 50, se dispuso a realizar la única colaboración con Sellers fuera de la serie del inspector francés, cuyo guión maduró junto a sus habituales Frank y Tom Waldman.
Guión de pocas líneas y basado en la premisa de la improvisación, bien dominado por Sellers; este método le llevaría a desarrollar un interesante y experimental rodaje, filmando las secuencias en orden cronológico y construyendo el humor de cada una impulsado por la anterior. Sin embargo esta aventura no se inicia en la bonita mansión que será el escenario primordial hasta el final, sino en pleno rodaje cinematográfico, permitiendo a Edwards sacar a relucir su afilado humor para ridiculizar el frenetismo y la ansiedad de los dedicados a la profesión, además de parodiar ¨Gunga Din¨, título imprescindible del género de aventuras, de George Stevens.

Para ello el realizador introduce un elemento bufonesco, el actor indio Hrundi Bakshi cuyas intervenciones se cuentan por catástrofes, todo ello finalizando con la hilarante explosión de un decorado basado, para reforzar la sátira, en un suceso real (la destrucción accidental del puente en ¨El Bueno, el Feo y el Malo¨, que sacó de quicio a Leone como al realizador ficticio aquí presentado). Tras este genial prólogo que permanece entre lo mejor que ha rodado Edwards en toda su carrera, la confusión empieza a desatarse cuando Bakshi es invitado por error a la fiesta de la esposa de Clutterbuck, jefe de la productora del film. No hace falta mucha imaginación para suponer que dicha casa puede arder hasta los cimientos si se deja entrar en ella a un personaje como ése.
Edwards inmiscuye a este hombre, torpe como él solo pero de bondadoso corazón, en el ambiente intolerante, hipócrita y ridículamente suntuoso de la clase alta americana, sobre todo la perteneciente al negocio del cine. Al entrar por la puerta Bakshi adopta la mirada curiosa del espectador, y así le acompañamos en su descubrimiento de un entorno tan lujoso como hermético, frío y artificial, y su tropiezo continuo en él, cuyos moradores son incapaces de mostrar sus verdaderos ¨yo¨; por lo tanto el afable indio es la crítica y la mofa contra este mundo, con su sonrisa perpetua y su carácter amistoso y justo (su dificultad para encontrar el cuarto de baño es el perfecto ejemplo de ese acorralamiento).

El espíritu de Tati, Lloyd, Keaton y Chaplin planea en cada una de las secuencias, distribuidas dinámicas como simples y efectivos ¨gags¨ físicos convirtiéndose nuestro amigo Bakshi en trasunto de los anteriores; otros dos elementos se cuelan en esta fiesta de alto copete para seguir convulsionando la sofisticada atmósfera: un camarero cuyo afán de consumir alcohol sin freno elevará el nivel del desastre y una dulce chica llamada Michele (otra víctima de los sucios tejemanejes de los privilegiados) que inicia un bonito romance con Bakshi. Tres almas ajenas a esa privilegiada sociedad en las que se apoya el peso de la película, si bien a su alrededor se dispondrán otros personajes secundarios igual de impagables.
El fino humor inglés se cruza con la comedia americana más disparatada y el resultado es delicioso, desde el ¨gag¨ del zapato hasta las grandes peleas entre el camarero y el desquiciado jefe de cocina o el caos organizado en el cuarto de baño con el papel higiénico y el retrete; pero si Edwards roza la perfección absoluta es durante la cena (larga secuencia de unos diez minutos con apenas tres líneas de diálogo y una imparable serie de situaciones delirantes perfectamente cohesionadas, donde el camarero borracho acapara nuestra atención más que el propio Bakshi).

Esta salsa de simpáticas incongruencias y situaciones embarazosas no puede sino acabar, como sucedía con las comedias de Wilder, en un tremendo desastre, por medio de la intromisión de unos locos ¨hippies¨ y su elefante (¡!) y una consiguiente invasión de espuma por todo el escenario; el desvarío se le va un poco de las manos al bueno de Edwards, pero nada puede ponerse en contra de la abrumadora explosión de júbilo y alegría que decide brindarnos. ¨¡Salve sus joyas!¨, espeta Clutterbuck al enterarse de que su esposa se ha caído en la piscina; la clase alta, cómo no, termina perdiendo, ridiculizada.
Sellers combina a Clouseau y a su doctor indio de ¨La Millonaria¨ en un personaje fácil de querer desde el primer momento pese a su constante torpeza, y nos embelesa irremediablemente. A su diestra se disponen el maravilloso Steve Franken dando vida al camarero, la guapísima pero algo sosa Claudine Longet (quien protagoniza un momento musical no por casualidad similar al de Audrey Hepburn en ¨Desayuno con Diamantes¨), y ese también memorable Denni Miller (que comparte un momento con Sellers en la habitación intentando quitarle la ropa que hay que ver para creer).

Sensacionales los secundarios J. E. McKinley, Kathe Green, Gavin MacLeod, Herbert Ellis y Fay McKenzie, como también la partitura de Henry Mancini. Logrando hacer reír sin innecesarias concesiones a lo ofensivo ni lo escatológico, como tristemente sucede hoy en día, nada más ofrece ¨El Guateque¨ salvo humor desenfadado, lúcido, afilado y alegre.
Clásica joya del cine de Edwards, de la comedia y preámbulo de la que vendría en años posteriores en el cine americano.



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